Por fin llegó el nuevo título numerado de esta saga legendaria, casi siete años después del Final Fantasy XV, con obvios guiños al pasado y con varias novedades que dividen opiniones.
Final Fantasy XVI esta disponible para PS5
Fantasías animadas de ayer y de hoy
Luego de 36 años de existencia, Final Fantasy como serie invariablemente ha mutado muchísimas veces. Cada juego numerado presenta una historia nueva en un mundo fantástico nuevo, y las mecánicas de cada título también son diferentes a las que las precedieron. Esto genera que cada entrega sea el preferido de alguien (el mío es el FF VIII), sobre todo porque si hay algo que es constante en todos los casos son los altísimos valores de producción. El FF XVI no es la excepción, y es un digno exponente de la franquicia, a pesar de tener algunos puntos flojos que vamos a ir diseccionando.
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Había una vez un chocobo
La trama se desarrolla en el mundo de Valisthea, un continente con claras influencias del medievo europeo, en donde nuestro personaje controlable, Clive Rosfield, es miembro de la familia real de Rosaria y guardaespaldas de su hermano menor Joshua. Joshua es un Dominante, uno de los pocos humanos capaces de controlar, y en ocasiones transformarse, en un poderoso ser denominado Eikon. Las naciones de Valisthea luchan entre sí por el control y expansión de sus territorios por medio de espías e intrigas, con ejércitos de caballeros y magos, y directamente con los Eikons (basados en los clásicas invocaciones de juegos pasados), que en este mundo son la opción nuclear, capaces de arrasar ciudades enteras sin despeinarse. En teoría solo deberían existir 8 Eikons, uno por cada elemento natural, pero es la aparición de un segundo Eikon del Fuego, (Ifrit, en contraposición del Fénix que es el que posee Joshua) el disparador de los problemas y aventuras de Clive.
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Este planteo y su correspondiente desarrollo son los suficientemente épicos como para merecer el título de Fantasía Final, pero como también le pasa a prácticamente todos los FF anteriores, el último tercio de la historia cae un poco sobre su propio peso, una vez que todas las cartas están sobre la mesa y luego de que las preocupaciones más mundanas (pero no por eso menos interesantes) quedan de lado ante los elementos más fantásticos y el FIN DEL MUNDO ocupa las acciones y pensamientos de los personajes.
Hay varias cosas para destacar en cuanto a la narrativa, ante todo las actuaciones de voz. En impecables acento británicos, todos los personajes hablan como uno se imagina que lo harían al verlos por primera vez (bueno quizás Cid sorprende con su rango grave, pero Ralph Ineson es inconfundible y tremendamente talentoso), y transmiten las emociones que requiere cada escena con maestría. Por suerte el actor que le da vida a Clive, Ben Starr, realiza un trabajo fenomenal, más allá de que el personaje está escrito como el típico héroe reluctante y un poco distante. También me alegra escribir que los molestos gruñidos y suspiros tan característicos de los animé y que me enfermaron en el FF VII Remake brillan por su ausencia.
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Un agregado interesante es el sistema de “Active Time Lore”, que nos permite, al pausar una de las muchas escenas de video en tiempo real, acceder a recordatorios de personajes, locaciones y eventos que son relevantes a la escena que estamos viendo.
La verdad es que lo utilicé constantemente, sobre todo porque en muchas ocasiones solo en estos textos encontramos detalles que no se mencionan directamente.
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Debo mencionar que en ocasiones la historia parece más una puesta en escena que una ficción continua, como si estuviéramos viendo una obra de teatro, en el que cuando se apagan las luces para cambiar la ambientación por un segundo nos damos cuenta que estamos sentados en una butaca observando una pieza, pero esto es una apreciación sumamente personal.
Luz, cámara y algo de acción
Desde el momento en que se anunció que el diseñador del sistema de combate era un veterano de la saga de Devil May Cry supimos que el juego iba a tener combate en tiempo real. Como era de esperar, las batallas son sumamente dinámicas y, divertidas, por lo menos cuando el juego nos intenta presentar un desafío. Solo controlamos directamente a Clive (podemos darle instrucciones a Torgal, el fiel cánido de nuestro protagonista), y contamos con un botón para nuestros ataques con una espada, otro para esquivar y un par para utilizar habilidades especiales concedidas por los Eikons. Es un sistema bastante simple que resulta agradable de controlar y visualmente espectacular. El problema está en que la enorme mayoría de los enemigos que no son bosses casi no ofrecen resistencia. Se limitan a moverse lentamente por el campo de batalla soportando nuestros golpes y cada tanto intentando algún ataque que vemos venir a años luz de distancia. Incluso cuando enfrentamos muchos a la vez, se van turnando en atacarnos, como para nunca agobiarnos, no sea que dejemos de sentir por un segundo que somos ultra poderosos. Las batallas contra los jefes finales son similares en principio pero mejor balanceadas, por lo que sí tenemos que ponerles un poco de empeño para no morir, extensas y con transiciones francamente espectaculares. El plato fuerte son las batallas entre Eikons, espectaculares y dignas de los mejores momentos de cualquier God of War.
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Los mayores problemas del juego están atados al combate. Primero hablemos del diseño general de las sidequest. La enorme mayoría consiste en ir a buscar un ítem o persona a un lugar, exterminar varios enemigos comunes, y volver al lugar a cobrar nuestra recompensa. Típico de los juegos modernos, y tampoco es que hay demasiado espacio para la innovación, pero cuando los enemigos son tan fáciles de despachar, parecen más una pérdida de tiempo que otra cosa (además de que contrastan tanto con las peleas que si valen la pena). Las viñetas de historia que cuentan no son suficientes como para que activamente busquemos completarlas. A esto se agrega que los ítems que nos entregan o encontramos en el mundo son francamente inservibles, por lo que desviarse del camino principal para investigar nunca resulta satisfactorio. Estos objetos son pociones de vida o que momentáneamente mejoran alguno de nuestros atributos, o elementos que nos permiten forjar o mejorar nuestro equipamiento. El tema es que las armas que vamos obteniendo a medida que progresamos en la historia siempre son mejores que las que podemos comprarle a los herreros, por lo que no tiene mucho sentido entablar conversaciones con ellos.
Es momento de aclarar que el Final Fantasy XVI no es un juego de rol.
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En ocasiones debemos elegir una respuesta en alguna conversación con mínimas consecuencias en alguna trama secundaria, sí, pero la historia transcurre básicamente sin nuestra intervención. Esto es así en todos los FF, pero quería aclararlo por si alguien espera algo similar a The Witcher. Lo que no es común en la saga es el hecho de que los stats prácticamente no importan. Después de cada batalla ganamos puntos de experiencia y al acumular cierta cantidad subimos de nivel, pero no podemos elegir que atributo aumentar sino que la vida, fuerza, vitalidad y voluntad lo hacen simultáneamente. Y el equipamiento no está atado a estos atributos, por lo que nunca vamos a encontrar una espada que no podemos usar porque no tenemos la fuerza suficiente. Además los anillos a los que tenemos acceso dan ventajas tan mínimas (“un ataque hace un 8% más de daño) que los podemos ignorar completamente. Podemos ir destrabando habilidades derivadas de los Eikon, pero muchas son ataques similares con distinto color. Por lo menos agregan variedad visual.
Todo esto que vengo mencionando da como resultado que si bien pareciera que se nos presentan opciones de jugabilidad, la mayoría son superficiales. Los niveles (sin ser de mundo abierto) parecen amplios, pero no hay nada interesante que hallar, y las batallas contra enemigos comunes aburren después de un par de horas, por lo que la mejor opción es ignorar lo superfluo y concentrarse en la trama principal.
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Estilo no tan único
Al ser por ahora un juego exclusivo de PS5 las expectativas en cuanto a calidad gráfica las tenía por las nubes y quizás por eso me siento un poco decepcionado. Los gráficos están bien, pero no están a la altura de un Horizon: Forbidden West o el mismo Final Fantasy VII Remake (hay que tener en cuenta que este último tiene personajes mayormente estilizados). Los diseños de personajes principales son excelentes, estilo fantasía oscura pero con toques barrocos y de nuevo se llevan todos los aplausos los Eikons. Los monstruos que pululan el mundo me parecieron un poco blandos, al igual que muchos de los NPC. Lo mismo para con los escenarios; hay zonas memorables, pero otras son casi genéricas, olvidables. Hay dos opciones gráficas, Performance y Quality. La primera lamentablemente no cumple con lo que promete (60 fps constantes) por lo que hasta que no saquen un parche es mejor evitar. La segunda es estable, a 30 FPS (con combates a 60), y funciona perfecto para lo que ofrece. Los efectos visuales si son de primer nivel desde el comienzo.
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La música es ESPECTACULAR, así en mayúsculas, así que plausos de pie para el compositor Masayoshi Soken, que compuso piezas tan épicas que rivalizan con la acción (y muchas veces la superan en capacidad de ponerte los pelos de punta). También en los momentos tranquilos la música es perfecta para cada ocasión.
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Para finalizar
Final Fantasy XVI resulta ser un juego de contrastes. Lo que hace bien, lo hace de manera magistral. Lo que no está tan bien, parecieran ser agregados porque sí, porque los demás títulos de la serie lo tienen, pero que en definitiva no eran necesarios. Por suerte como el mundo que crearon es fundamentalmente interesante, al igual que los personajes principales, y el combate resulta entretenido si evitamos gastarnos en enemigos menores, a pesar de las críticas que se le puedan hacer cualquiera que se siente a experimentar la historia de Clive Rosfield va a encontrar suficientes cosas interesantes como para terminar encantado con la experiencia.
LO MEJOR
- La ambientación general
- Todo lo que tenga que ver con los Eikons
- El combate contra Bosses
- La música
- Las actuaciones
LO PEOR
- No es un RPG (en una saga que se supone es un exponente de ese género)
- Los escenarios se sienten vacíos
- El combate es muy fácil
- Problemas con la performance gráfica