Si te suena Fantastico Studio, quizás se deba a que hace poco estos desarrolladores fueron noticia al anunciar Cannibal: una secuela-videojuego de la controvertida película clase B de los ochenta Holocausto Caníbal.
Si esto es señal de algo, es que el estudio elige proyectos muy raros, y sin dudas su más reciente juego, Rainbows, toilets & unicorns, parece tan delirante como su hiperbólico nombre.
Rainbows, toilets & unicorns ya está disponible para Nintendo Switch, PS4, Xbox One y Steam (Windows/MacOS).
“Los videojuegos pueden ser tan estúpidos como lo deseen, siempre y cuando sean divertidos”—esto decía el desarrollador japonés Keita Takahashi de su encantador Katamari Damacy, un hit de PlayStation 2 donde el objetivo era atiborrar la superficie de una esfera mágica con toda clase de chatarra disponible, como una bola de nieve que devora todo a su paso. Es uno de esos juegos que no responden a un planteo lógico, sino que nos invitan a rodar con la idea sin demasiados cuestionamientos. Lo mismo se podría decir de Rainbows, toilets & unicorns, un shoot’ em up clásico y muy singular a la vez.
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Más que de una historia, el juego parte de un concepto artístico. Los cinco mundos que vamos a ir desbloqueando están ambientados a partir de íconos de los poderes políticos, sociales o tecnológicos que nos rodean en la contemporaneidad. Esto significa que vamos a poder arremeter a balazos contra compañías, influencers de las redes, Donald Trump y hasta el mismísimo Papa. Complementado por un soundtrack bien arcadioso que le termina de dar ese toque hilarante, todo se siente una gran parodia del mundo en el que vivimos al mejor estilo South Park.
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El plato fuerte del juego es la maldita dificultad, siendo a mi criterio una gran decisión el hecho de convidarnos solamente con una vida por mundo. Esto define al recorrido de cada mundo —compuestos por cinco niveles y tres jefes— como un viaje que demanda una alta concentración al momento de sortear enemigos sin recibir daño. En el fondo, la estrategia va a consistir en acumular todo lo que los enemigos suelten al morir, como escudos, power-ups y experiencia para subir de nivel al personaje y así aumentar la potencia de nuestros disparos. Y aun con todo eso… el game over siempre está a la vuelta de la esquina.
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Esto en gran parte se debe a la dificultad para moverse con precisión en espacios muy acotados. Es algo que percibí particularmente cuando jugaba en modo portátil con los joy-con —indiferentemente de si era con el analógico o el d-pad—: resulta muy difícil ajustar la posición en distancias cortas. Solo una pequeña presión del dedo ya nos puede llevar demasiados pixeles cerca de la muerte. Sorprendentemente, esto es algo que se resolvió completamente cuando jugué con el Pro Controller, aventajado por sus palancas más cómodas y de mejor calidad. Probablemente esto afecte también a otros juegos, pero fue en este título donde me llamó la atención como nunca antes, con una enorme diferencia que convierte un nivel de cinco minutos en una tarea frustrante de casi una hora, especialmente por los segmentos donde los jefes llenan de obstáculos toda la pantalla. Es irónico pensar que este título no cuenta con selección de dificultad, pero pasarlo con los joy-con es sin dudas hacerlo en modo hardcore.
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Con su iconografía política tan reconocible logra sacarte sonrisas en todo momento, pero en ningún punto se pone lo suficientemente explícito como para dar un mensaje real o atreverse a tomar posición frente a algo. Parecería que la sátira se limita a una excusa artística más que otra cosa, pero tal vez haya algo más… Puede que el delirio que atraviesa a todo el juego sea la mejor representación del mensaje: vivimos en un mundo absurdo.
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Conclusión
Rainbows, toilets & unicorns te deja un buen sabor de boca por su arte y desafíos, aunque tampoco reinventa la rueda de los shoot’em ups. El nivel se sátira que maneja el juego no alcanza a ser humor político, pero si tiene muchas imágenes familiares que dan gracia por el solo hecho de verlas caricaturizadas en un contexto semejante.
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