Vane: cayendo en picada

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Friend & Foe (Dangerous Men) presenta su nuevo juego independiente Vane, una aventura al estilo Journey pero con varios problemas de desempeño.

El mundo de los videojuegos año a año ha ido agregando nuevos tipos de experiencias a su catálogo, presentando a los jugadores ideas diferentes y garantizando que sin importar el gusto personal siempre encontremos algún título de nuestro agrado.

Entre los mismas encontramos juegos de plataformas como Journey, Ico, Limbo o INSIDE, con jugabilidad relativamente simple y mucha atención prestada al ambiente y al apartado técnico/artístico. Vane es una propuesta similar, pero lamentablemente nunca llega a realizarse debido a los enormes problemas que poseen sus controles.

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La mecánica principal que nos ofrece Vane es llamativa: podemos controlar al niño, sobre el suelo, o a un ave, un cuervo que nos ofrece vistas magnificas desde el aire, transformándonos en uno u otro según lo necesitemos. Los puzzles se derivan de estas transformaciones y las limitaciones de cada forma, ya que el niño es el que puede activar objetos como palancas y el ave es el que puede cruzar abismos y llamar a otros pájaros.

El juego empieza de manera prometedora, poniéndonos en los pies de un niño escapando de algún tipo de catástrofe. La cámara se va alejando en algunos lugares, en paneos cinematográficos, mientras el sonido de fuertes vientos y objetos que salen volando nos aseguran que algo está terriblemente mal.

La historia se desarrolla de manera críptica ya que no hay diálogos, ni textos para leer, en un intento deliberado de los desarrolladores de generar misterio. El problema es que sin ningún tipo de indicador sobre cuál es nuestro siguiente objetivo es fácil perderse en los semi-abiertos mapas, más aún cuando nos damos cuenta que el enemigo principal del título se esconde en nuestras propias manos. Con esto último me refiero, claro está, a los controles.

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El niño se mueve de manera torpe, casi arrastrándose y cambiando de dirección lentamente. El ave en los ambientes abiertos se maneja aceptablemente, pero se vuelve frustración pura cuando nos encontremos en lugares apretados o intentemos descender en algún punto específico. La cámara en todos los casos es traicionera, se mete detrás de paredes y jamás se queda quieta, bamboleándose como si estuviera controlada por un camarógrafo a punto de caer en coma. Inexplicablemente, no es posible modificar la velocidad de la misma.

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El apartado artístico es lo más destacable. Los gráficos tienen encanto, y las vistas ofrecidas se presentan como recompensas al jugador por haber soportado 10 minutos más del juego. La música y los efectos de sonido están muy bien, acompañando y ayudando a encuadrar lo que cada nivel busca transmitir (opresión, sensación de libertad, misterio, etc.).

Vane




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