Quien escribe es un auténtico millenial de pura cepa. Nacido en el fin de 1984, fue a fin de segundo grado, en esa navidad del ’92 que a los tres hermanos Castaño les llegó su consola Family Game. La redondita de carcasa blanca con detalles rojos que había patentado Electrolab.
Tenía un transformador que pesaba una barbaridad y calentaba lo suficiente como para abastecer de calor a una familia siberiana. Con la consola, que llegaba después de lo que imagino fue un arrollador pedido de meses y meses, venía el ya mítico cartucho “7 en 1” con la imagen de un ninja sobre un fondo aesthetic que no tenía correlato con ningún juego de los siete que rezaba la etiqueta. Porque esos siete eran: Super Mario Bros, Tennis, Pac Man, Sky Destroyer, Formula 1, Hogan’s Alley y Duck Hunt (para jugar con la pistola). Y con el primero de ellos arranca todo.
Un amor que se desata
De todos esos juegos, el único realmente valioso era por supuesto, el primer Super Mario con sus plataformas simples, sus melodias tarareables, y sus extrañisimas Warp Zones. Con mi hermana hacíamos lo que en ese momento eran primitivos speedruns para ver quien lo terminaba mas rápido (ella generalmente). En esa época era viciar todos los días. Lo genial de que nos lo regalaran en verano era que durante el día íbamos a la pileta y eso ayudaba a que el Family no se derritiera. Pero sin duda en esos primeros meses, al menos un transformador cometió suicidio.

Cuando empezó el año escolar, el Family pasó a ser mas propiedad de mi hermana y mía, porque mi hermano ya iba a la secundaria (industrial para mas placer), y no tenía tiempo para meterle. Eso profundizó aún mas nuestro amor por el Super Mario y descubrir sus múltiples secretos. Rarísimos para un juego de la generación de 8 bits. Tres Warp Zones, laberintos , diferentes ambientes (noche, día, agua, subterraneo). Claro que nosotros no sabíamos de la existencia de los cientos de títulos que salían en el resto del mundo. De haber conocido los RPGs, tal vez la infatuación con el Mario no habría sido tan grande y por supuesto no habríamos flasheado como lo hicimos cuando descubrimos que Super Mario Bros era solo el primero de una saga y tal vez, el mas simplón de ellos.
Por eso cuando alquilamos el Super Mario Bros 3 (un peso por día, dos por todo el fin de semana) fue un momento de revelaciones.

Pero un momento
¿Y el Super Mario 2? ¿Y el Super Mario Lost Levels?

La pregunta es válida. Y paso a contarles una curiosidad. Como relaté, el Super Mario venía en el cartucho “7 en 1” ese que pueden recordar todos los que tuvimos un Family en esa época. En nuestro cartucho, el Super Mario Bros venía etiquetado como “Super Mario Bross 2” (SIC). No se porqué. Probablemente un error honesto y nada mas. Sin embargo, por eso durante un buen tiempo, pensabamos que el Super Mario del cartucho, era en realidad su secuela y el Super Mario 1 era ese que estaban Mario y Luigi esquivando tortugas delante de un fondo negro que años mas tarde supimos que era el “Mario Bros” de arcades (1983). Cuando descubrimos finalmente el Super Mario Bros 2, no nos enganchó porque era en serio muy bizarro. Lo sigue siendo aún hoy. El juego comienza con uno de cuatro personajes (Mario, Luigi, Peach y Toad) cayendo al vacío. Los enemigos son extraños. Hay nuevas mecánicas. Se puede levantar objetos y arrojarlos. En fin. Para nuestra idea de Super Mario, como mínimo un rara avis.

En cambio el Super Mario 3 era (es) todo lo que significaba un título de Super Mario. Mundos identificables, enemigos reconocibles. Bosses al final de cada mundo que ponían los pelos de punta. Esos barcos que se movían por todo el mapa. Muchos tipos distintos de power ups, bonus, minijuegos. Una verdadera maravilla aderezada por gráficos muy mejorados con respecto al juego original, melodías de Koji Kondo que me las voy a acordar cuando esté batallando la demencia senil.
Todo en el Super Mario Bros 3 rezumaba genialidad absoluta. No hay un apartado específico que haya quedado al margen. En esa temprana era, la adolescencia, la “historia” en los videojuegos podía ser siempre la misma. Mario, en su saga, siempre tiene que rescatar a su princesa. En diferentes ambientes. En diferentes tiempos. En el espacio. Es irrelevante.

Años mas tarde descubrimos que en realidad, la tercer entrega de la saga es en realidad una obra de teatro. Toda la evidencia está ahí. Arranca con un telón, cada nivel termina con un escape del “escenario” a las bambalinas. Un detalle hermoso que le agrega capas y capas a un videojuego que por momentos tiene un desafio plataformero injusto que pelea cabeza a cabeza con los desafíos que hacen los fanáticos en el Super Mario Maker. La razón de esto es la misma que todos los demás fichines de la era de 8 bits, y también un poco de la siguiente: tenían que durar. La dificultad a niveles a niveles enfermizos era la “rejugabilidad” de los 90’s. Y a ver, capaz era difícil para mi por mas razones que las que los videojuegos en si mismos destacaban. La propia ineptitud; la lentitud de reflejos; la ausencia de voluntad. Pero la dificultad excesiva e injusta existía totalmente.

El uno a uno
En diciembre de 1994 tuve mi comunión. Era medio tradición en esa loca década que tomar la comunión tenía mas que ver con recibir dinero que con encontrar a Dios. Y con ese dinero se compraba una consola. Y en la Argentina de la convertibilidad, la guerra consolera entre Sega y Nintendo, o Genesis / Megadrive y Super Nintendo, tuvo un clarísimo ganador. De cada cinco pibes con una consola de 16 bits, cuatro tenían un “Sega”. Para esa época, con diez años, hacía tres que consumía “Action Games”, “Hobby Consolas” y “Ok Consolas” que eran las tres que llegaban al kiosco de diarios de Don Ismael. La mayoría hablaba de videojuegos que no tenía, o no podía conseguir. Ya sea porque eran de consolas de 16 bits o porque incluso, pertenecían a la siguiente generación que ya tocaba bocina en el resto del mundo. En Argentina no tanto (y seguramente gran parte del mundo no llamado EEUU, Japón, o la Europa pudiente), porque un Sega Genesis costaba –estoy confirmándolo con la Action Games número 36, tapa de Earthworm Jim– 180 pesos. En agosto de 1993, el sueldo básico en Argentina era de 200 pesos. En oposición, una consola de la generación siguiente –e incluso una de generación intermedia, como la Neo Geo, o la Panasonic 3DO- superaban los 500 pesos. Incomprable para una familia de clase media o media baja. Entonces el Sega, cuando llegaba, era para quedarse.
Pero ¿por qué el Sega en vez del Super Nintendo? Acá la cuestión se vuelve extraña. El precio de salida en dólares de ambas consolas fue de 200 dólares, pero en Argentina, la Super Nintendo o SNES, era mas cara. Cuando compré la Sega Genesis, en FyM, la SNES estaba 250 pesos. Un título de Sega variaba su valor de entre 10 pesos a 30. Los de Super Nintendo no bajaban de 50 pesos nunca. Quizás era mas cara por un tema de importaciones. Realmente no lo se y no se como investigarlo pero es algo que siempre me intrigó. Los productos de Nintendo en Argentina siempre fueron para una elite adinerada. Nadie tuvo un NES. Todos tuvimos FAMICOM. Me refiero a las personas que conocía yo en mi vida de niño y preadolescente en un barrio del FONAVI. Esta secuencia se trasladó con las siguientes consolas de Nintendo. Nadie que yo conociera tuvo una Nintendo 64. Mucho menos una Gamecube. Pero claro, ese era mi micromundo de persona crecida en un ambiente de cierta clase social y amistado con gente de la misma clase.

La supervivencia
Entonces si una consola llegaba para quedarse, los videojuegos de la misma también. El Super Mario Bros 3 seguía siendo mi fichin favorito aún con la Sega Genesis, simplemente porque Sega no tenía algo asi. Por supuesto, estaba la mascota de la compañía. El querido Sonic, pero donde Mario era simpático y heroico, Sonic era edgy y con la mirada acerada de un antihéroe de la época. Incluso para mi visión sesgada de esa época, no tenían el mismo feeling. Me arriesgo a decir que era algo mundial. Todo lo que hizo Mario, lo intentó Sonic. La saga de plataformas con buddies. Los juegos deportivos. La saga de carreras. Y lo hizo bien. Con decencia –hasta un punto- y luego murió Sega como creadora de consolas y buena suerte y mas que suerte al erizo cerúleo. Y Mario rompía todo con el Super Mario 64. Pero no me voy a ir ahí en este relato. Porque lo quiero es explicar porque el Super Mario Bros 3 esta por sobre el Super Mario World en tantos top ten. Y lo que queda iluminado ahí por los focos, es el instinto de supervivencia en un contexto de nostalgia asociado a la escasez.

En Argentina, la mayoría de los que jugamos al Super Mario World lo hicimos ya sea en emuladores de grandes como en las diferentes reediciones que hizo Nintendo para sus siguientes consolas. En contraste, al Super Mario Bros 3 tuvo acceso cualquiera que haya tenido un Family Game, y en la Argentina de los 90’s y post 2000 fuimos todos los que tuvimos la fortuna de no caer en la pobreza mas abyecta. Es incluso bastante fácil de conseguir el cartucho del Mario 3 ya sea en un 1000 en 1, como standalone. Hace unos años lo compre por 20 pesos en un local de Once. Una Super Nintendo en Argentina en buenas condiciones no baja de los 10 mil pesos. Cuando salió venía en bundle con el Super Mario World, pero nadie es tan buena gente como para adjuntarlo en la venta. En cambio lo venden por separado y no baja de los 2500 pesos. Sin duda, una de las mejores consolas de la historia con uno de los mejores videojuegos de la historia merece semejante gasto, pero no era uno que tenía sentido hacer sin la nostalgia de por medio. En los 90’s no pensábamos en términos de exclusivos. Nintendo los tenía y eran todos geniales. Mario, Yoshi, Kirby, Zelda, Metroid, y un montón de RPGs. Pero esa es información que podíamos tener mediante las revistas especializadas. En esa época eran «jueguitos» y nada mas. Mario estaba en Nintendo, Sonic en Sega. Nintendo era caro. Sega era barato. Ahí se terminaba el debate. Y lo que sobrevive es lo que tenemos chance de poseer.
Super Mario World
Y ya sacando a Sega de esta ecuación, porque para este análisis no tiene importancia, lo que teníamos chance de poseer no era un Super Nintendo, y por ende, tampoco un Super Mario World. Lo que teníamos era un Family Game con un título que superaba todas las expectativas de esa primitiva pero preciosa consola. El último que salió para la generación de 8 bits no parecía tan distinto de esas imágenes que veíamos del Super Mario World ya sea en la hermosa caja de la SNES como en las horas pagadas para jugar de prestado en los lugares de alquiler. Y, siendo honestos, realmente no son tan distintos en ningún nivel. En principio, el SMB3 salió con el fin de etapa de la NES, en 1988, aprovechando todo el potencial de la consola. El Super Mario World tuvo su bautismo con la salida de la Super Nintendo en 1990. A nivel gráfico ninguno destaca por sobre el otro. Y en ese tiempo, la diferencia de gráficos entre un juego de 8 bits y uno de 16 era el hecho principal. El detalle por antonomasia. Lo mismo sucede hasta hoy, pero con cuestiones muy minuciosas y exclusivas. Si se ven igual, y se juegan igual (hey, pero aparece Yoshi, el dinosaurio mas inútil del universo) y se oyen igual y la mecánica es similar, y el desafío es el mismo, y la historia y argumento A NADIE LE IMPORTA… ¿quién va a elegir a la repetición por sobre el original?

La respuesta es, solamente quienes hayan podido jugarlo en tiempo y forma.
Porque el resto no lo hicimos.
Hace unas semanas, durante esta cuarentena interminable, jugamos al Super Mario World con mi esposa y mi hija de 3 años. Pusimos el emulador y le dimos por dos semanas hasta terminarlo. Obviamente hice trampa y use save states. Tantos como pude. Hay momentos de injusticia gamer como en cualquier juego de la época. Es la primera vez que lo terminamos. Lo amamos. Lo amé. Me maravilló su aceitada jugabilidad; su variedad inmensa de enemigos; sus distintos bosses. La música, el desafío. Es una verdadera joya.
Mas tarde comenzamos el Super Mario Bros 3. No lo terminamos aún. Estamos empezando el tercer mundo, el de las islas. Lo dejamos ahí en parte porque la PC me estuvo dando problemas, y porque no nos generó lo mismo. Ni siquiera a mi que siempre lo puse en mi top 3 (mi top 1 es el Super Mario Galaxy 2, mi top 2 merece una nota como esta). No es que nos aburrió, sino que perdemos muchas vidas en niveles creados de forma específica para eso y la frustración nos supera a todos por igual. El game design es mortificante. En los saltos complicados siempre hay una tortuga voladora transformando una dificultad normal en algo desolador. En las bambalinas a veces hay un boomerang bro o un angry sun esperando para darte un viandazo. Hay niveles que el tiempo es exiguo y no se pueden revisar por completo. No me malentiendan, sigue siendo un prodigio, pero con el tiempo, y los años de gaming, y el descubrimiento de otros videojuegos, la nostalgia no alcanza. Ni debería alcanzar. Ni debería ser aquello mediante lo que criticamos por lo cual lo calificamos.

El Super Mario Bros 3 es sin duda uno de los mejores videojuegos de la historia, pero la cuestión es que ese análisis podemos hacerlo aquellos millenials que formamos la ¿segunda? generación de analistas. Hay toda una generación entera de gamers que aprendió a jugar con la Xbox 360 y la Playstation 3, que valoraría el Super Mario Bros 3 con una mirada muchísimo menos comprometida que la nuestra que contamos con mas experiencia, pero también con mas recursos “negativos” para calificarlo. La nostalgia, el acervo ideológico construido por una falta de recursos que nos hicieron valorar de mas un videojuego solo por el hecho de que nosotros pudimos tenerlo. No son razones valiosas para considerar que “ALGO” es “mejor” en ningún aspecto cultural. Tampoco en el gaming.
Imaginen un mundo donde las películas valen mas de acuerdo a donde provienen. Es un mundo donde ver “Apocalipsis Now” vale 50 dólares, “El Séptimo Sello” vale 70 y “Un novio para mi mujer” vale 100 pesos. Y acá no es cuestión de atacar o defender ninguna película. Es el mundo que es. Aquello a lo que podemos acceder va a terminar siendo mas apreciado (y querido) por aquello a lo que no.

Lo inédito en el caso de los Marios, es que por una vez en la historia, eso a lo que estuvimos acceso, era fenomenal. El Super Mario Bros 3, entrega que integra cientos de top tens (oficiales, de críticos, de fans), es uno de los mejores videojuegos que hayan existido por pulso propio. Solo quizás, no era mejor que el Super Mario World. Que lo decidan los gamers del futuro.
Excelente nota, muy objetiva. Mi historia es muy similar a la tuya: smb3 de niño, smw en emuladores. Pero por ahora, el smb3 sigue siendo mi top 1, aunque cada vez que rejuego el smw este sigue escalando en mi top personal. Saludos.
Me alegra que te haya gustado Mauro!