Life is Strange: True Colors es la tercera entrega principal de la serie, y la segunda a cargo del estudio Deck Nine, quienes anteriormente habían trabajado en Life is Strange: Before the Storm, la precuela de la primera temporada lanzada en 2017.
Hace meses nomás, cuando Square Enix anunció que el próximo Life is Strange ya no estaría a cargo de Dontnod Entertainment, la noticia me despertó sentimientos encontrados. Porque claro, tal vez Dontnod no sean el dev más competente a nivel técnico o escribiendo diálogo natural, pero todos sus juegos tienen un cierto nosequé difícil de replicar, y que solo me sale describir como una sinceridad auténtica a la hora de contar sus historias que brilla a través de sus guiones por momentos rusheados y el diálogo algo cringy. Tras la tibia recepción de Remember Me -su juego debut- Life is Strange los había puesto en el mapa, y en muchas formas la serie siempre se sintió como su bebé, con su sello personal presente en cada uno de sus aspectos. Deck Nine tenían, en mi opinión, unos zapatos grandes que llenar.
Life is Strange: True Colors esta disponible para PC, PS4, PS5, Xbox One, Xbox Series X/S y Nintendo Switch.
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Versión reseñada: Nintendo Switch
(Nota: intento hablar lo menos posible de la historia para evitar spoilear, así que si quieren ir 100% libres de spoilers recomiendo saltarse esta parte de la review.)
Los eventos de True Colors comienzan cuando nuestra protagonista Alex Chen llega al pueblito de Haven Springs, Colorado. Tras haber pasado los últimos ocho años en distintos orfanatos, Alex recibe una invitación de parte de su hermano Gabe, a quien lleva sin ver desde que ambos eran niños. Gabe lleva años asentado en el pueblito minero, trabajando en la taberna local, y mientras nos ponemos al día nos dará un breve tour por Haven -durante el cual también conoceremos al resto del cast- antes de pedirle a Alex que se quede ahí permanentemente también.
La felicidad del reencuentro dura poco igual, porque a nada de llegar a Haven Springs lo que debía ser el comienzo de una nueva vida para los hermanos se convierte en tragedia. Una tragedia que, además, podría haberse evitado. Alex intentará descubrir quién o quiénes están intentando cubrir lo sucedido y por qué, con la ayuda de sus nuevos amigos: Ryan y Steph (quien apareció originalmente en Before the Storm). Pero también cuenta con una ayuda extra, algo dentro de ella que lleva toda su vida intentando esconder por miedo a no parecer normal: Alex es una émpata, y tiene el poder de leer los sentimientos de la gente (los cuales ve como auras de distintos colores), o incluso de absorberlos si son demasiado fuertes. Reticente en un comienzo a usar sus poderes para evitar los problemas que suele resultar de ello, se decide a hacerlo en pos de revelar la verdad sobre lo ocurrido.
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El gameplay en True Colors sigue en la línea que podemos esperar de la serie, y controlaremos a Alex mientras recorremos cada episodio de forma lineal, a veces debiendo valernos de nuestros poderes para poder avanzar. Por momentos nos son ofrecidas distintas opciones de decisiones a tomar, con cada elección afectando nuestra relación con el resto de los personajes, o incluso cómo se llevan entre ellos. Los poderes de Alex, si bien por momentos son algo inconsistentes en cuanto a qué hacen exactamente (¿Puedo saber qué está sintiendo una persona, o soy Charles Xavier?), están representados visualmente de manera fantástica, y son una manera realmente original de interactuar con el mundo a nuestro alrededor. Lo que sí, hubo momentos puntuales en los cuales su implementación no estuvo tan bien aplicada o lograda como hubiese querido. Por dar un ejemplo: intentando adivinar qué le pasaba a un personaje asustado elegí la opción equivocada, a lo cual este personaje solo me contestó “¿Qué? No” y simplemente me tiró de vuelta en el mismo menú de diálogo donde solo elegí la otra opción, tras lo cual la historia sí continuó como debería. No pude evitar pensar en cómo ese personaje habría mandado a Max Caulfield a freír churros, tras lo cual ella habría rebobinado el tiempo y elegido bien su respuesta. Boom: No hay desconexión entre la narrativa y la jugabilidad.
A pesar de haber salido como un paquete completo a diferencia de los juegos anteriores, True Colors sigue manteniendo una estructura dividida en capítulos, con una duración de entre una hora y media o dos cada uno. Si a esto le sumamos que el primer juego de la serie en venderse a precio completo, quedará en cada uno pensar en si la relación precio/duración vale la pena. Por suerte, en esos cinco capítulos mantiene un nivel de calidad constante, con la historia dando algunos giros argumentales interesantes (sacando un plot twist importante que al menos para mí no funcionó, justificado por la trama o no) pero mayormente sostenida por las interacciones y la evolución de la relación entre Alex y los demás personajes, que son por lejos el punto fuerte del juego.
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Párrafo aparte para Alex, que rápidamente se convirtió en mi protagonista favorita en la serie, desde su diseño y personalidad hasta su conflicto interno. Detrás de sus poderes -y de su sentido del humor y sarcasmo tan Gen Z- hay simplemente una chica que quiere ayudar los demás, y poder encontrar un lugar al que finalmente llamar un hogar. Me habría gustado pasar más tiempo haciendo nada con Ryan y Steph antes de que la historia pasara 100% a modo drama, sobre todo porque ambos son potenciales intereses románticos de Alex, pero por suerte también hay una buena cuota de momentos light para conectar con ellos y con el resto de los personajes, con el capítulo 3 siendo mi favorito por lejos en este aspecto.
Esto también es gracias a que el diálogo en True Colors se me hizo bastante mejor escrito y más natural en general a lo que venía acostumbrado con la serie. Noté poco y nada de diálogo que sonara forzado en un esfuerzo de sonar joven y cool, que fue una crítica común en la serie hasta ahora. Tal vez ayudó que los personajes principales esta vez son adultos y no estudiantes de secundaria. Tal vez ayudó que tengo casi 33 años y ya no sé darme cuenta. Imposible saberlo.
El juego también representa un salto de calidad importante para la serie en animación facial y corporal, gracias a lo cual las escenas más divertidas o emotivas del juego se sienten más reales que nunca, con montones de pequeños gestos o miradas entre los personajes sumando peso al diálogo. Aun jugando en una versión portátil con todos los compromisos gráficos que esto representa, la diferencia es día y noche. Y hablando de ports…
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El port de Nintendo Switch de True Colors debe ser uno de los más sólidos que haya visto, especialmente considerando que incluso las versiones en consolas de última generación fueron lanzadas con unos cuántos desperfectos técnicos. Hubo cierta preocupación cuando se anunció que no saldría al mismo tiempo que las demás versiones, pero se nota que el tiempo extra fue bien utilizado para sacarle el mejor rendimiento posible. Por supuesto, Deck Nine tuvieron que sacrificar fidelidad visual para correr el juego en la portátil, pero así y todo se ve y corre tan bien que se siente casi como un pequeño milagro. Es normal durante el juego encontrar algunas texturas de baja calidad (sobre todo en las escenas en exteriores), streaming violento en algunos momentos puntuales, o que algún objeto modelado fue reemplazado por una imagen 2D, pero son detalles que no restan a la experiencia. Sacando algunos tiempos de carga largos, y que la versión digital pesa CUARENTA Y CUATRO GIGAS en Switch, tengo cero quejas en lo que al apartado técnico se refiere, y hasta me atrevo a decir que actualmente es el juego de con mejores gráficos que haya visto en la consola. Hasta en modo portátil se ve fantástico (y los desafío a adivinar qué imágenes en la review fueron tomadas en portátil).
Lamentablemente varios aspectos de True Colors parecen haber sido afectados por la tijera de la pandemia también, con la variedad de locales viéndose considerablemente reducida con respecto a entregas anteriores. El primer capítulo promete bastante en ese sentido, para después pasar la mayoría del juego saltando entre los mismos lugares. No es que la historia necesite más, pero habría venido bien. Ciertos personajes, roles o tramas parecen haber sido reducidos considerablemente de su forma original, con la resolución de al menos una subtrama reducida a un encuentro opcional super fácil de pasar de largo si no prestamos atención. Faltaron escenas que no estuvieran solo para avanzar la trama. Algunos de mis momentos favoritos en la serie son de personajes conectando y conociéndose más, y acá se extrañaron bastante. La música también parece haber pasado a un segundísimo plano, al menos comparando a las entregas anteriores. Estuvo por supuesto el soundtrack lleno de rock folk e indie que uno esperaría, pero no tan bien integrado como han sabido hacer con la serie en el pasado. Es un poco raro que en el juego con la protagonista con más interés musical hasta ahora, la música en sí haya tenido menos protagonismo que nunca.
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Con Life is Strange: True Colors, Deck Nine demuestra que Life is Strange está en buenas manos. Alex es para mí la mejor protagonista de la serie con uno de los poderes más creativos, y es ella -acompañada por un elenco excelente- lo que termina elevando lo que de lo contrario es una historia de misterio bastante de manual y que sorprende hasta ahí nomás. Aunque no todas las decisiones a nivel gameplay o narrativa funcionan, y los momentos emocionales no tuvieron el impacto de los puntos más altos del resto de la serie, hace un montón también para corregir los puntos en que aquellos juegos hacían agua, dejándonos con el juego más sólido de la serie hasta el momento, con uno de los mejores ports a Switch que haya visto a la fecha, y mi única reserva real a la hora de recomendarlo es el precio. Dejando ese detalle no menor de lado, definitivamente una de mis experiencias favoritas en la consola hasta ahora.
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1 thoughts on “Life is Strange: True Colors Review – Nada de espejitos de colores”