Moscú, 2019

1868

El Cine

El artista observa las múltiples pantallas de televisión que un director de cámaras maneja con pericia. Tic, tac. Como un reloj. El presentador ruso del talk-show nocturno emula con escaso éxito los gestos de Conan O´Brien. Su humor no conecta con él. No le llega. Ve en pantalla la entrevista y apenas se sonríe. Abandona el estudio cansado. El programa es en vivo y se acercan la medianoche. Esa vez nadie lo acompañara. El resto del equipo volverá al hotel.

Es fresca y solitaria la noche de Moscú. Noche de octubre encima. Hay ecos fantasmagóricos de Panzers alemanes. Busca algún cine abierto porque aunque tiene un agotamiento físico, no cree poder dormirse. Pasa las puertas del “Arteriya Kino” después de pagar unos euros. Hay un ciclo Tarkovsky. En la sala que le tocó están proyectando “Stalker”, película que ya vio y siente que le ha inspirado en alguna manera visual a su última gran obra. El idioma no es barrera porque conoce los diálogos de memoria.

No le extraña estar en un cine semi vacío. Solo hay dos personas en la última fila y una mujer que entró con la película empezada y se sentó en la fila por delante.

Se deja envolver por la conocida trama.

No te hagas ilusiones. No voy a perdonarte” susurra al son del Acechador. Tan ensimismado que no descubre a la mujer sentada ahora a su lado. Le apoya la mano en la rodilla y en voz baja lo saluda.

Es Eva. Hace años que no la veía. Como a él, se le adivina el paso del tiempo en el rostro, mas agobiado. Mas calmo. Es una persona que aceptó su vida y sobre todo, su pasado.

-¿Cómo estás?- le pregunta él. Es, en su sentir, una amiga.

-Bien. Bienvenido a Rusia.

-Gracias. Es un hermoso país.

-Sobre todo ahora que puedes experimentarlo a todo color.

-¿Cómo dices?

-Ya sabes. Los colores del cine.

-Ah, sí.

Se quedan en silencio observando la película. El creador mira por sobre su hombro y los dos hombres de la última fila ya no se encuentran allí. La sala está para ellos dos y nadie más.

-Con esta última entrega, te agradecemos- comienza ella. –Has hecho un trabajo formidable.

-Yo no he hecho nada.

-Creeme. Estamos muy agradecidos con tu esfuerzo. Esto no es una operación. No te estoy colgando fideos de las orejas.

Los créditos comienzan a aparecer en pantalla y ellos permanecen sentados.

-Te creo. Aunque actué por miedo. No por ideología. No sé qué hice para “mejorar el mundo”.

-Equilibraste la balanza. Gracias a nuestro trabajo conjunto, el mundo volverá a tener un balance de fuerzas que ya estamos viviendo. La tecnología, la seguridad informática. Estamos en camino a dominar poderes antes restringidos.

-Las elecciones americanas…

-No sé nada de eso.

-No me engañes Eva.

-No lo hago. No lo he hecho jamás en más de 20 años de relación.

No sabía porque pero le creía. Las palabras de Nulo en la habitación de Los Ángeles siempre resonaban en su mente. “No confíes en nadie”.

El mundo era una carga exasperante si tenía que recorrerlo solo y con pánico a todo y todos. Nadie de ese extraño sindicato internacional lo había maltratado. No lo podía negar. Ni Eva, ni Nulo, ni Mei, ni el Doctor Voigt. Ninguno de ellos le había tocado un cabello. Había sido un peón del tablero internacional. Un peón de un ajedrez de infinitas piezas. Lo que habían hecho con él lo habrían perpetrado con millones. No se creía especial. Ni quería serlo.

-Vamos- le dice ella cuando se encienden totalmente las luces de la sala.

Son casi las 3 AM.

Caminan callados los dos frente a edificios cerrados a cal y canto. Hay varios museos por la zona que transitan, entre ellos el de Artes Folclóricas y el de Música. El impulso por volver en la mañana es grande, sin embargo, el pasaje de avión a Japón es al mediodía.

Ella lo acompaña al hotel y aunque ambos desean pasar la noche juntos, se despiden en paz.

-No volveremos a vernos- le dice ella.

-Adiós Eva.

Y en su voz, hay una nota de tristeza.

Habitación de Hotel

Se despierta a las 9 AM en su amplia habitación del hotel Chekhoff, a pocas cuadras del Teatro Bolshoi, una de sus cuentas pendientes, y el Kremlin. Ha tenido una madrugada inquieta llena de sueños intensos y perturbadores. No puede calificarlos de pesadillas porque en ningún momento sintió terror. Un poco como su último videojuego, observó con impotencia un mundo gris, desolado y distópico. Abandonado el mundo. Abandonado él. Sus sueños lo llevaron a una casa laberíntica llena de objetos y situaciones atemorizantes. Radios susurrantes. Llantos de bebé. Sonrisas que no se extienden a los ojos. Paredes que cambian de tonalidad. El despertar lo relajó de inmediato. La normalidad aparente. Pero las imágenes se imprimieron en su cerebro.

Desde la cama, enciende la TV a sabiendas de que no va a entender nada, pero el informativo aún a modo estrictamente visual le sirve para despejarse. A través del rabillo del ojo se anoticia del clima. Nublado con posibilidad de lluvia. Ventoso. Un día ideal para volar en avión.

La meteoróloga del canal RT informa en ese momento el clima de la zona. Se avecina una tormenta pero mas cerca de la noche. Los presentadores se ríen de algún chiste. Aparentemente todos los noticiarios son iguales más allá de su idioma.

Tras una pausa comercial, el creador se levanta y se dirige a la ducha. Se limpia antes de entrar con jabón y una esponja que mando el día anterior a comprar a un gran supermercado con un productor del Talk-Show. El televisor queda encendido. Inicia un informe:

“Filtración de documentos demuestra que la Agencia Central de Inteligencia americana ha desarrollado a lo largo de los últimos 40 años operaciones psicológicas de toda clase, incluyendo cine, música, y también videojuegos. Cientos de gigabytes de información clasificada aparecieron de repente en la plataforma Wikileaks del recordado Julian…”.

El creador sale del baño y se viste lentamente sin siquiera prestar atención al informe que culmina velozmente.

Sale del hotel y pide un taxi hasta el aeropuerto internacional de Moscú. Esta vez su viaje es sin sobresaltos ni visitantes indeseados.

Sin darse cuenta de nada, el avión esta en vuelo. Otro japonés está a su lado, lo cual no es del todo raro porque viajan a Japón. Es un hombre anciano.

-Tiempo sin verte- le dice.



Gamer de muchos años. Creador de la comunidad Old Gamers. Redactor.


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